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domingo, 10 de mayo de 2020

LA POESÍA, SEÑOR HIDALGO (LIV)

El golpe sordo y cauteloso
del fruto que del árbol se desgaja
en medio del continuo canturreo
del bosque en su profunda calma.

Ôsip Mandelstam (Traducción Aquilino Duque)






sábado, 9 de mayo de 2020

LA POESÍA, SEÑOR HIDALGO (LIII)

PLAYA


Dejé la heroína y volví a mi pueblo y empecé con el tratamiento de metadona que me suministraban en el ambulatorio y poca cosa más tenía que hacer salvo levantarme cada mañana y ver la tele y tratar de dormir por la noche, pero no podía, algo me impedía cerrar los ojos y descansar, y ésa era mi rutina, hasta que un día ya no pude más y me compré un trajebaño negro en una tienda del centro del pueblo y me fui a la playa, con el trajebaño puesto y una toalla y una revista, y puse mi toalla no demasiado cerca del agua y luego me estiré y estuve un rato pensando si darme un baño o no dármelo, se me ocurrían muchas razones para hacerlo, pero también se me ocurrían algunas razones para no hacerlo (los niños que se bañaban en la orilla, por ejemplo), así que al final se me pasó el tiempo y volví a casa, y a la mañana siguiente compré una crema de protección solar y me fui a la playa otra vez, y a eso de las 12 me marché al ambulatorio y me tomé mi dosis de metadona y saludé a algunas caras conocidas, ningún amigo o amiga, sólo caras conocidas de la cola de la metadona que se extrañaron de verme en trajebaño, pero yo como si nada, y luego volví caminando a la playa y esta vez me di el primer chapuzón e intenté nadar, aunque no pude, pero eso ya fue suficiente para mí, y al día siguiente volví a la playa y me volví a untar el cuerpo con protección solar y luego me quedé dormido sobre la arena, y cuando desperté me sentía muy descansado, y no me había quemado la espalda ni nada de nada, y así pasó una semana o tal vez dos semanas, no lo recuerdo, lo único cierto es que cada día yo estaba más moreno y aunque no hablaba con nadie cada día me sentía mejor, o diferente, que no es lo mismo pero que en mi caso se le parecía, y un día apareció en la playa una pareja de viejos, de eso me acuerdo con claridad, se veía que llevaban mucho tiempo juntos, ella era gorda, o rellenita, y debía de andar por los 70 años aproximadamente, y él era flaco, o más que flaco, un esqueleto que caminaba, yo creo que eso fue lo que me llamó la atención, porque por regla general apenas me fijaba en la gente que iba a la playa, pero en éstos me fijé y la causa fue la delgadez del tipo, lo vi y me asusté, coño, es la muerte que viene a por mí, pensé, pero no venía a por mí, sólo era un matrimonio viejo, él de unos 75 y ella de unos 70, o al revés, y ella parecía gozar de buena salud, y él hacía pinta de que iba a palmarla en cualquier momento o de que ése era su último verano, al principio, pasado el primer susto, me costó alejar mi mirada de la cara del viejo, de su calavera apenas recubierta por una delgada capa de piel, pero luego me acostumbré a mirarlos con disimulo, tirado en la arena, bocabajo, con la cara cubierta por los brazos, o desde el paseo, sentado en un banco frente a la playa, mientras fingía que me quitaba la arena del cuerpo, y me acuerdo que la vieja siempre llegaba a la playa con un parasol bajo cuya sombra se metía presurosa, sin bañador, aunque a veces la vi con bañador, pero más usualmente con un vestido de verano, muy amplio, que la hacía parecer menos gorda de lo que era, y bajo el parasol la vieja se pasaba las horas leyendo, llevaba un libro muy grueso, mientras el esqueleto que era su marido se tiraba sobre la arena, vestido únicamente con un trajebaño diminuto, casi un tanga, y absorbía el sol con una voracidad que a mí me traía recuerdos lejanos, de yonquis disfrutando inmóviles, de yonquis concentrados en lo que hacían, en lo único que podían hacer, y entonces a mí me dolía la cabeza y me iba de la playa, comía en el Paseo Marítimo, una tapa de anchoas y una cerveza, y después me ponía a fumar y a mirar la playa a través de los ventanales del bar, y luego volvía y allí seguía el viejo y la vieja, ella debajo de la sombrilla, él expuesto a los rayos del sol, y entonces, de manera irreflexiva, a mí me daban ganas de llorar y me metía en el agua y nadaba, y cuando ya me había alejado bastante de la orilla miraba el sol y me parecía extraño que estuviera allí, esa cosa grande y tan distinta de nosotros, y luego me ponía a nadar hasta la orilla (en dos ocasiones estuve a punto de ahogarme) y cuando llegaba me dejaba caer junto a mi toalla y me quedaba mucho rato respirando con dificultad, pero siempre mirando hacia donde estaban los viejos, y luego tal vez me quedaba dormido tirado en la arena, y cuando me despertaba la playa ya empezaba a desocuparse, pero los viejos seguían allí, ella con su novela bajo la sombrilla y él bocarriba, en la zona sin sombra, con los ojos cerrados y una expresión rara en su calavera, como si sintiera cada segundo que pasaba y lo disfrutara, aunque los rayos del sol fueran débiles, aunque el sol ya estuviera al otro lado de los edificios de la primera línea de mar, al otro lado de las colinas, pero eso a él parecía no importarle, y entonces, en el momento de despertarme yo lo miraba y miraba el sol, y a veces sentía en la espalda un ligero dolor, como si aquella tarde me hubiera quemado más de la cuenta, y luego los miraba a ellos y luego me levantaba, me ponía la toalla como capa y me iba a sentar en uno de los bancos del Paseo Marítimo, en donde fingía quitarme la arena que no tenía de las piernas, y desde allí, desde esa altura, la visión de la pareja era distinta, me decía a mí mismo que tal vez él no estuviera a punto de morir, me decía a mí mismo que el tiempo tal vez no existía tal como yo creía que existía, reflexionaba sobre el tiempo mientras la lejanía del sol alargaba las sombras de los edificios, y luego me iba a casa y me daba una ducha y miraba mi espalda roja, una espalda que no parecía mía sino de otro tipo, un tipo al que aún tardaría muchos años en conocer, y luego encendía la tele y veía programas que no entendía en absoluto, hasta que me quedaba dormido en el sillón, y al día siguiente vuelta a lo mismo, la playa, el ambulatorio, otra vez la playa, los viejos, una rutina que a veces interrumpía la aparición de otros seres que aparecían en la playa, una mujer, por ejemplo, que siempre estaba de pie, que jamás se recostaba en la arena, que iba vestida con la parte de abajo de un bikini y con una camiseta azul, y que cuando entraba en el mar sólo se mojaba hasta las rodillas, y que leía un libro, como la vieja, pero estaba mujer lo leía de pie, y a veces se agachaba, aunque de una manera muy rara, y cogía una botella de pepsi de litro y medio y bebía, de pie, claro, y luego dejaba la botella sobre la toalla, que no sé para qué la había traído si no se tendía nunca sobre ella y tampoco se metía en el agua, y a veces esta mujer me daba miedo, me parecía excesivamente rara, pero la mayoría de las veces sólo me daba pena, y también vi otras cosas extrañas, en la playa siempre pasan cosas así, tal vez porque es el único sitio en donde todos estamos medio desnudos, pero que no tenían demasiada importancia, una vez creí ver a un ex yonqui como yo, mientras caminaba por la orilla, sentado en un montículo de arena con un niño de meses sobre las piernas, y otra vez vi a unas chicas rusas, tres chicas rusas, que probablemente eran putas y que hablaban, las tres, por un teléfono móvil y se reían, pero la verdad es que lo que más me interesaba era la pareja de viejos, en parte porque tenía la impresión de que el viejo se iba a morir en cualquier instante, y cuando pensaba esto, o cuando me daba cuenta de que estaba pensando esto, el resultado era que se me ocurrían ideas disparatadas, como que tras la muerte del viejo iba a ocurrir un maremoto, el pueblo destruido por una ola gigantesca, o como que iba a ponerse a temblar, un terremoto de gran magnitud que haría desaparecer el pueblo entero en medio de una ola de polvo, y cuando pensaba lo que acabo de decir ocultaba la cabeza entre las manos y me ponía a llorar, y mientras lloraba soñaba (o imaginaba) que era de noche, digamos las tres de la mañana, y que yo salía de mi casa y me iba a la playa, y en la playa encontraba al viejo tendido sobre la arena, y en el cielo, junto a las otras estrellas, pero más cerca de la Tierra que las otras estrellas, brillaba un sol negro, un enorme sol negro y silencioso, y yo bajaba a la playa y me tendía también sobre la arena, las dos únicas personas en la playa éramos el viejo y yo, y cuando volvía a abrir los ojos me daba cuenta de que las putas rusas y la chica que siempre estaba de pie y el ex yonqui con el niño en brazos me contemplaban con curiosidad, preguntándose acaso quién podía ser aquel tipo tan raro, el tipo que tenía los hombros y la espalda quemados, y hasta la vieja me observaba desde la frescura de su sombrilla, interrumpida la lectura de su libro interminable por unos segundos, preguntándose tal vez quién era aquel joven que lloraba en silencio, un joven de 35 años que no tenía nada, pero que estaba recobrando la voluntad y el valor y que sabía que aún iba a vivir un tiempo más.



El archivo de Roberto Bolaño contiene dos novelas inéditas

viernes, 8 de mayo de 2020

LA POESÍA, SEÑOR HIDALGO (LII)

LA BALADA DE LOS AHORCADOS


Hermanos hombres que nos sobrevivís,
No seáis duros de corazón con nosotros,
Pues, si de estos pobres compasión sentís,
Dios la tendrá más pronto de vosotros,
Nos veis aquí colgados, cinco, seis:
En cuanto a la carne que harto hemos nutrido,
Hace tiempo que devorada está y podrida,
Mientras los huesos se harán ceniza y polvo.
Así, de nuestro mal nadie se ría;
¡Mas pedid a Dios que a todos nos absuelva!

Si a vos clamamos, hermanos, no debéis
Despreciarnos, aunque fuimos ejecutados
Por la justicia. No obstante bien sabéis
Que no todos los hombres son sensatos.
Disculpadnos, ya que estamos difuntos,
Ante el Hijo de la Virgen María,
Que su gracia para nosotros no se agote,
Y que del rayo infernal nos preserve.
Estamos muertos, alma no nos agita,
¡Mas pedid a Dios que a todos nos absuelva!

La lluvia nos ha vaciado y lavado,
Y el sol resecado y ennegrecido;
Urracas, cuervos, nos han vaciado los ojos
Y arrancado la barba y las cejas.
Jamás un instante permanecemos quietos;
De acá para allá, según varía el viento,
De continuo, a su antojo, nos sacude,
Más picoteados de aves que un dedal.
No seáis, pues, de nuestra cofradía,
¡Mas pedid a Dios que a todos nos absuelva!

Príncipe Jesús, que reinas sobre todos,
No permitas que vayamos al infierno:
Allí ya nada podemos hacer ni saldar.
Hombres, en esto no cabe burla alguna;
¡Mas pedid a Dios que a todos nos absuelva!

François Villon (Traducción de Gonzalo Suárez Gómez)

BALLADE DES PENDUS


Frères humains, qui après nous vivez,
N'ayez les cœurs contre nous endurcis,
Car, si pitié de nous pauvres avez,
Dieu en aura plus tôt de vous mercis.
Vous nous voyez ci attachés, cinq, six:
Quant à la chair, que trop avons nourrie,
Elle est piéça dévorée et pourrie,
Et nous, les os, devenons cendre et poudre.
De notre mal personne ne s'en rie;
Mais priez Dieu que tous nous veuille absoudre!

Si frères vous clamons, pas n'en devez
Avoir dédain, quoique fûmes occis
Par justice. Toutefois, vous savez
Que tous hommes n'ont pas bon sens rassis.
Excusez-nous, puisque sommes transis,
Envers le fils de la Vierge Marie,
Que sa grâce ne soit pour nous tarie,
Nous préservant de l'infernale foudre.
Nous sommes morts, âme ne nous harie,
Mais priez Dieu que tous nous veuille absoudre!

La pluie nous a débués et lavés,
Et le soleil desséchés et noircis.
Pies, corbeaux nous ont les yeux cavés,
Et arraché la barbe et les sourcils.
Jamais nul temps nous ne sommes assis
Puis çà, puis là, comme le vent varie,
A son plaisir sans cesser nous charrie,
Plus becquetés d'oiseaux que dés à coudre.
Ne soyez donc de notre confrérie;
Mais priez Dieu que tous nous veuille absoudre!

Prince Jésus, qui sur tous a maistrie,
Garde qu'Enfer n'ait de nous seigneurie:
A lui n'ayons que faire ne que soudre.
Hommes, ici n'a point de moquerie;
Mais priez Dieu que tous nous veuille absoudre!

François Villon - Wikipedia, la enciclopedia libre

jueves, 7 de mayo de 2020

LA POESÍA, SEÑOR HIDALGO (LI)

LA COMPAÑERA DEL CESTERO
Yo te amaba. Amaba tu rostro de manantial abarrancado por la tormenta y la cifra de tu dominio que cercaba mi beso. Hay quien se confía a una imaginación redonda. A mí me basta ir. He traído de la desesperación un cestillo tan pequeño, amor mío, que ha sido posible trenzarlo con mimbre.

René Char  (Traducción Jorge Riechmann)


LA COMPAGNE DU VANNIER

J t'aimais. J'aimais ton visage de source raviné par l'orage et le chiffre de ton domaine enserrant mon baiser. Certains se confient à une imagination toute ronde. Aller me suffit. J'ai rapporté du désespoir un panier si petit, mon amour, qu'on a pu tresser en osier.

RENÉ CHAR, poeta (1907-1988) — Educación y adiestramiento canino ...

miércoles, 6 de mayo de 2020

LA POESÍA, SEÑOR HIDALGO (L)

CUATRO INVITACIONES A UN HOMBRE LLEGADAS DESDE DISTINTOS SITIOS EN TIEMPOS DISTINTOS

1
Esta es tu casa.
Puedes poner aquí tus cosas.
Coloca los muebles a tu gusto.
Pide lo que necesites.
Ahí está la llave.
 Quédate aquí.

2
Este es nuestro cuarto.
Para ti tenemos otro con una cama.
Puedes echarnos una mano en el campo.
Siempre habrá un plato para ti.
Quédate con nosotros.

3
Puedes dormir en este sitio.
La cama está limpia,
sólo ha dormido un hombre en ella.
Si eres un poco delicado,
enjuaga la cuchara de estaño en ese barreño
y te saldrá limpia.
Quédate con nosotros.

4
Este es el cuarto.
Date prisa; si quieres, puedes quedarte
toda la noche, pero se paga aparte.
Yo no te molestaré
y, además, no estoy enferma.
Aquí estás tan a salvo como en cualquier otro sitio.
Puedes quedarte aquí, por lo tanto.

Bertold Brecht (Versión Jesús López Pacheco)

Bertolt Brecht: Para los de arriba – Trianarts

martes, 5 de mayo de 2020

LA POESÍA, SEÑOR HIDALGO (XLIX)

FOTO FIJA: POLINYÀ DEL XÚQUER,1961

En el recinto de la noche,
                                        allí
donde la eternidad sin fondo sobrevuela, escucho
voces; son ecos cuyo resplandor
remueve los rescoldos de la adolescencia.
                                                                  Algunos
viejos, sentados en la plaza, a las 
puertas abiertas del casino,
bajo el relente, me señalan, "¿no és
fill del teu fill major,
que s'en va anar de mùsic a Granada?
Té la mateixa cara de son pare".
                                                   La difusa luz
de la farola tiembla y no ilumina 
casi, aunque puedo ver
la escena en sombras (el sopor de agosto,
el penetrante aroma del naranjo)
y un anciano, seco y enjuto, al fondo,
su rigidez, como de esparto, con
los ojos tristes y asintiendo, mudo;
sus leves gestos de cabeza.
                                           ¿Qué
vienes a hacer aquí, tras tantos años
de reposar entre los muertos,
a las afueras de mi biografía,
junto al jazmín y el azahar
que coronaban mi horizonte?
Ya no soy soñador,
sino usuario de los sueños, tus
sueños, que intuyo, aunque sin la certeza
que hoy le da forma a mi heredad: un rostro
algo cansado donde el sol se pone
quizá sin fuerza ni fulgor, con la 
tenacidad de un alba que jamás termina.
¿Vuestros rasgos en mí? Siempre lo supe.
Me acompañan. En ellos sobrevive
el fruto cierto y su sazón, y os miro:
tengo la misma cara. Es un honor.




lunes, 4 de mayo de 2020

LA POESÍA, SEÑOR HIDALGO (XLVIII)


He dejado las puertas entornadas
tras el suicidio. Sé que vienes, llegas
por la cal del pasillo con la luna
y es hermoso el verano que escogiste.
Suave como antes, silenciosa
sombra que fuiste siempre entre mis brazos,
llegas ahora. El lecho está ocupado
y, yacente, te tiendes, hierba helada
creciendo, seto oscuro entre las sábanas,
separando el amor y su fatiga.
¿Para que vuelves, blanca sobredosis?
Impalpable te beso en otros labios,
en la fruta que aceda la memoria
y en el trigo de un pecho que no es tuyo,
pero tuya es la hoz que siega el día.
Como a tu casa vienes y es tedioso
y amargo el encontrarte. Ya no vuelvas.
Echa el cerrojo cuando al fin te vayas:
el mastín ladra largo a los espectros.

Pablo García Baena
Narciso, un poema de Pablo García Baena (España, 1923-2018)


domingo, 3 de mayo de 2020

LA POESÍA, SEÑOR HIDALGO (XLVII)

DON ANTONIO MACHADO TACHA EN SU AGENDA UN NÚMERO DE TELÉFONO.

Borra de tu memoria
este número de teléfono.
2-6-8-1-4-5-6.
Táchalo en tu agenda.
Si ahora marcaras este número que no puede escucharte,
nadie respondería. Este número sordomudo:
2-6-8-1-4-5-6.
Borra, olvídalo, tacha este número muerto:
es uno más, aunque fue único.

Las hojas de tu agenda tienen más tachaduras
que números y nombres.
Ya quedan menos a los que llamar;
apenas quedan números y nombres que te hablen
o que te escuchen: 2-6-8-1-4-5-6.
Haz todo lo que puedas para que se disuelva en tu memoria:
destrúyelo, trastuécalo:
8-6-2-4-1-5-4,
rómpele el ritmo que le correspondía:
4-5-2-6-1-8-4,
ya no lo necesitas,
no necesitas esos números, esos nombres o sombras.
2-6-8-1-4-5-6:
«¿Está Leonor?»
Y suponiendo que alguien te responda,
será otra voz la que responderá.
Baraja el número, confúndelo, desordénalo.
Así: 1-4-2-5-6-8.
«¿Está Guiomar?»
Baraja números y nombres, barájalos,
sobre todo los nombres:
«¿Está Guionor?» «¿Está Leomar?»
                                     Silencio.
Olvida, tacha, borra, desvanece
esos nombres y números,
no intentes modelar la niebla.
resígnate a que el viento la disperse.

¡Colinas plateadas...!

José Hierro


Los herederos de José Hierro donan a la Biblioteca Nacional el ...

sábado, 2 de mayo de 2020

LA POESÍA, SEÑOR HIDALGO (XLVI)


LA HISTORIA DE AMOR


Lo vimos venir desde siempre,
luego ya estaba aquí, en línea
con el paseo de aquel día. Para entonces, éramos nosotros
los que habíamos desaparecido, en el túnel de un libro.

Despertando en la madrugada, nos unimos al flujo
de las noticias de mañana. ¿Por qué no? A diferencia
de algunos otros, no tenemos nada que pedir
o que tomar prestado. No somos sino piezas de sólida geometría:

cilindros o romboides. Cierta satisfacción
nos ha sido otorgada. Sí, claro, siempre volvemos
a por más... Es parte del aspecto "humano"
del desfile. Y existen regiones más oscuras

perfiladas, que habría que explorar alguna vez.
Por ahora nos basta con que el día se haya acabado.
Trajo su carga de frescura, la dejó caer
y se marchó. En cuanto a nosotros, seguimos aquí, ¿no es cierto? 

John Ashbery  (Versión de Jordi Doce)


LOVE INTEREST


We could see it coming from forever,
then it was simply here, parallel
to the day’s walking. By then it was we
who had disappeared, into the tunnel of a book.

Rising late at night, we join the current
of tomorrow’s news. Why not? Unlike
some others, we haven’t anything to ask for
or borrow. We’re just pieces of solid geometry:

cylinders or rhomboids. A certain satisfaction
has been granted us. Sure, we keep coming back
for more—that’s part of the “human” aspect
of the parade. And there are darker regions

penciled in, that we should explore some time.
For now it’s enough that this day is over.
It brought its load of freshness, dropped it off
and left. As for us, we’re still here, aren’t we?

✓6 poemas de John Ashbery


viernes, 1 de mayo de 2020

LA POESÍA, SEÑOR HIDALGO (XLV)

SALUDO


Nada, esta espuma, virgen es
el verso que sólo a la copa
designa. Así lejos, en tropa,
sirenas húndense al revés.

Navegamos. Mi sitio es,
oh diversos amigos, la popa
y es el vuestro la proa que copa
rayos e inviernos. Embriaguez

gozosa ahora me convida
(su cabeceo no intimida)
a hacer de pie el saludo mío,

soledad, estrella, arrecife,
a cuanto valga en este esquife
de nuestra vela el blanco brío.

Stéphane Mallarmé ( Traducción Salvador Elizondo)

SALUT


Rien, cette écume, vierge vers
A ne désigner que la coupe;
Telle loin se noie une troupe
De sirènes mainte à l’envers.

Nous naviguons, ô mes divers
Amis, moi déjà sur la poupe
Vous l’avant fastueux qui coupe
Le flot de foudres et d’hivers;

Une ivresse belle m’engage
Sans craindre même son tangage
De porter debout ce salut

Solitude, récif, étoile
A n’importe ce qui valut
Le blanc souci de notre toile.

Stéphane Mallarmé y el hermetismo · El sexo de los libros ...


jueves, 30 de abril de 2020

LA POESÍA, SEÑOR HIDALGO (XLIV)


AUTOBIOGRAFÍA


Como el náufrago metódico que contase las olas
que faltan para morir,
y las contase, y las volviese a contar, para evitar
errores, hasta la última,
hasta aquella que tiene la estatura de un niño
y le besa y le cubre la frente,
así he vivido yo con una vaga prudencia de
caballo de cartón en el baño,
sabiendo que jamás me he equivocado en nada,
sino en las cosas que yo más quería.


Biografia Luis Rosales Poemas - Luis Rosales obra, biografía e ...




miércoles, 29 de abril de 2020

LA POESÍA, SEÑOR HIDALGO (XLIII)


Estos son los pensamientos de todos los hombres en todas las épocas y países,
no son originales míos,
Si no son tuyos tanto como míos no son nada o casi nada,
Si no incluyen todo, son poco más que nada,
Si no son el enigma y la resolución del enigma, no son nada,
Si no son al mismo tiempo cercanos y remotos, no son nada.

Esta es la hierba que crece donde quiera que hay tierra y agua,
Este es el aire común que baña el globo.

Walt Whitman (Traducción Manuel Villar Raso)



These are really the thoughts of all men in all ages and lands, they are not original with me,
If they are not yours as much as mine they are nothing, or next to nothing,
If they are not the riddle and the untying of the riddle they are nothing,
If they are not just as close as they are distant they are nothing.

This is the grass that grows wherever the land is and the water is,
This the common air that bathes the globe.



These are the thoughts of all men in all ages and
lands—they are not original with me;
If they are not yours as much as mine, they are
nothing, or next to nothing;
If they are not the riddle and the untying of the rid-
dle, they are nothing;
If they are not just as close as they are distant, they
are nothing.

This is the grass that grows wherever the land is,
and the water is;
This is the common air that bathes the globe.



Desmontando a Walt Whitman: el lado oscuro del poeta farsante más ...

martes, 28 de abril de 2020

LA POESÍA, SEÑOR HIDALGO ( XLII )

VUELO EN BUSCA DE PLACENTA

Ay déjame perderme extraviarme
por dentro de mí todo en fuga sin preludio
mudo y sordo de música olvidada
Que yo pueda orientarme 
en el seno del nido giratorio
volar buscando mi placenta
sin saber que hay afueras y adentros
y gotas siempre colgando
que nunca acaban de llorarse
¿Quién es ese que llora cuando lloro?
Buscadme más adentro
que me perdí abierto de ojos
olvidado de nidos
siempre yo mismo un vuelo
en busca tenebrosa de placenta

Gerardo Diego

La Fundación Gerardo Diego conmemora su 20 aniversario | El Diario ...

lunes, 27 de abril de 2020

LA POESÍA, SEÑOR HIDALGO (XLI)



No dejo de repetir el primer verso
y corregir la palabra
-"puse la mesa para seis"...
Te olvidaste de uno, el séptimo.

Estáis tristes los seis.
Ráfagas de lluvia cubren vuestros rostros.
Cómo pudiste, en esa mesa,
olvidar al séptimo, la séptima..

Están tristes tus huéspedes,
aburrida la garrafa de cristal.
Desconsolados ellos, desconsolado tú,
y, más desconsolada, la que olvidaste invitar.

Sin alegría, sin brillo
ah, no coméis ni bebéis.
¿Cómo pudiste olvidar el número?
¿Cómo te confundiste en el cálculo?

Cómo pudiste, cómo osaste no entender
que seis (dos hermanos, el tercero
-tú mismo- con tu mujer, y los padres)
-eran siete- puesto que yo no existo.

Pusiste la mesa para seis,
pero no se reduce el mundo a seis.
Para ser un espantajo entre los vivos,
prefiero ser fantasma, con los tuyos,
(los míos...)
tímida como un ladrón
¡sin rozar un alma siquiera!
Me siento en el lugar -la séptima -
delante del cubierto que no has puesto.

¡Por fin! ¡Volqué mi vaso!
Y todo lo que era preciso derramar,
-la sal toda de mis ojos, toda la sangre de las heridas-
desde el mantel al parqué.

Y ningún féretro, ninguna separación.
La mesa exorcizada, la casa despierta.
Como la muerte en un banquete de boda,
yo, la vida, me presenté en esa cena.

Nadie, ni hermano, ni hijos, ni esposo,
ni amigo; y un reproche, pese a todo:
tú, que pusiste la mesa para seis almas,
ni siquiera me pusiste en un rincón

Marina Tsvetáieva (Versión Severo Sarduy)

Marina Tsvetáyeva - Wikipedia, la enciclopedia libre




domingo, 26 de abril de 2020

LA POESÍA, SEÑOR HIDALGO (XL)


¡Leéme una lección, Musa, bien fuerte
en la cumbre del Nevis, ciega en niebla!
Me asomo a los abismos y un sudario
de vapor los esconde; eso sé yo
que los hombres conocen del infierno:
miro a lo alto, y hay niebla: no más puede
decir del cielo el hombre: niebla ciñe
la tierra, y por debajo de mí: así
de vago, al observarse, se ve el hombre.
Los riscos, aquí están, bajo mis pies:
tan solo sé que, pobre y tonto espectro,
los piso: y mi mirada sólo encuentra
niebla y riscos, no solo en esta cima
sino en el mundo del poder mental.

John Keats (Traducción José María Valverde)

Read me a lesson, Muse, and speak it loud
Upon the top of Nevis, blind in mist!
I look into the chasms, and a shroud
Vaporous doth hide them, — just so much I wist
Mankind do know of hell; I look o'erhead,
And there is sullen mist, — even so much
Mankind can tell of heaven; mist is spread
Before the earth, beneath me, — even such,
Even so vague is man's sight of himself!
Here are the craggy stones beneath my feet, —
Thus much I know that, a poor witless elf,
I tread on them, — that all my eye doth meet
Is mist and crag, not only on this height,
But in the world of thought and mental might!



sábado, 25 de abril de 2020

LA POESÍA, SEÑOR HIDALGO (XXXIX)


ODA: INSINUACIONES DE INMORTALIDAD POR RECUERDOS DE LA TEMPRANA NIÑEZ


X

Así, pues, cantad, Pájaros, ¡cantad un canto alegre!
¡Y salten los borregos
como al son del tambor!
En nuestros pensamientos iremos agolpados
con vosotros, flautistas, vosotros que jugáis,
los que sentís en vuestro corazón
la alegría de mayo.
Aunque el fulgor que fue tan claro en otro tiempo
se quite para siempre de mi vista,
aunque nada me pueda devolver esas horas
de esplendor en la hierba, de gloria entre las flores,
no me voy a afligir, sino más bien a hallar
fuerza en lo que atrás queda:
en esa simpatía primigenia
que, habiendo sido, debe siempre ser;
en los suavizadores pensamientos que brotan
del sufrimiento humano;
en la fe que contempla a través de la muerte,
en los años que traen la mente filosófica.

William Wordsworth (Traducción José María Valverde)
 

ODE: INTIMATIONS OF INMORTALITY FROM RECOLLECTIONS OF EARLY CHILDHOOD



X


Then sing, ye Birds, sing, sing a joyous song!
And let the young Lambs bound
As to the tabor's sound!
We in thought will join your throng,
Ye that pipe and ye that play,
Ye that through your hearts to-day
Feel the gladness of the May!
What though the radiance which was once so bright
Be now for ever taken from my sight,
Though nothing can bring back the hour
Of splendour in the grass, of glory in the flower;
We will grieve not, rather find
Strength in what remains behind;
In the primal sympathy
Which having been must ever be;
In the soothing thoughts that spring
Out of human suffering;
In the faith that looks through death,
In years that bring the philosophic mind.


William Wordsworth - Wikipedia, la enciclopedia libre




viernes, 24 de abril de 2020

LA POESÍA, SEÑOR HIDALGO (XXXVIII)


¡Soy nadie! ¿Y tú, quién eres?
¿Nadie también?
¡Somos dos, entonces!
¡Calla!, podrían descubrirnos.
¡Qué tedioso ser Alguien!
¡Cuánto impudor, cual una rana,
repetir tu nombre todo el día
ante una charca admirativa!

Emily Dickinson (Traducción Delia Pasini )


I'm nobody! Who are you?
Are you nobody, too?
Then there's a pair of us -don't tell!-
They'd advertise -you know!-

How dreary to be somebody!
How public like a frog
To tell one's name the livelong day
To an admiring bog!


Emily Dickinson: una vida más allá de la reclusión



jueves, 23 de abril de 2020

LA POESÍA, SEÑOR HIDALGO (XXXVII)


ETCÉTERA

El padre trabajaba en la mina.
La madre trabajaba por las casas.
El chico andaba por la calle
aprendiendo buena conducta.

Al filo de la noche los tres juntos
alrededor del jarro y de la sopa.
El padre en su legítimo derecho,
tomaba para sí la mejor parte.
La madre daba al chico de lo suyo.
El chico lo sorbía y terminaba
pidiendo chocolate o mandarinas.
El padre le pegaba cuatro gritos
(siempre bebía al fin más de la cuenta)
y luego echaba pestes del gobierno
y luego se acostaba con las botas.

El chico se dormía sobre el codo.
La madre lo acostaba a pescozones
y luego abría el grifo y renegaba,
qué vida, Dios, fregando los cacharros,
y luego echaba pestes del marido
y luego le lavaba la camisa
y luego se acostaba como es justo.

Muy de mañana al día siguiente
el padre bajaba a los pozos,
la madre subía a las casas,
el chico salía a la calle.
Etcétera, etcétera, etcétera.

(No sé por qué empecé a contarlo.
Es una historia fastidiosa
y todos saben cómo acaba.)

Ángela Figuera


Ángela Figuera Aymerich: Típicamente feminista

miércoles, 22 de abril de 2020

LA POESÍA, SEÑOR HIDALGO (XXXVI)


SONETO AMOROSO



Tras siempre arder, nunca consumirme;

y tras siempre llorar, nunca acabarme,

tras tanto caminar, nunca cansarme;

y tras siempre vivir, jamás morirme;


después de tanto mal, no arrepentirme;

tras tanto engaño, no desengañarme;

después de tantas penas, no alegrarme;

y tras tanto dolor, nunca reírme;


en tantos laberintos, no perderme,

ni haber, tras tanto olvido, recordado,

¿qué fin alegre puede prometerme?


Antes muerto estaré que escarmentado:

ya no pienso tratar de defenderme,

sino de ser de veras desdichado.

Francisco de Quevedo

Francisco de Quevedo - Wikipedia, la enciclopedia libre


martes, 21 de abril de 2020

LA POESÍA, SEÑOR HIDALGO (XXXV)


DE LA NATURALEZA DE LAS COSAS

Al poseerse, los amantes dudan.
No saben ordenar sus deseos.
Se estrechan con violencia,
se hacen sufrir, se muerden
con los dientes los labios,
se martirizan con caricias y besos.
Y ello porque no es puro su placer,
porque secretos aguijones los impulsan
a herir al ser amado, a destruir
la causa de su dolorosa pasión.
Y es que el amor espera siempre
que el mismo objeto que encendió la llama
que lo devora, sea capaz de sofocarla.
Pero no es así. No. Cuanto más poseemos,
más arde nuestro pecho y más se consume.
Los alimentos sólidos, las bebidas
que nos permiten seguir vivos,
ocupan sitios fijos en nuestro cuerpo
una vez ingeridos, y así es fácil
apagar el deseo de beber y comer.
Pero de un bello rostro, de una piel suave,
nada se deposita en nuestro cuerpo, nada
llega a entrar en nosotros salvo imágenes,
impalpables y vanos simulacros,
miserable esperanza que muy pronto se desvanece.
Semejantes al hombre que, en sueños,
quiere apagar su sed y no encuentra
agua para extinguirla, y persigue
simulacros de manantiales y se fatiga
en vano y permanece sediento y sufre
viendo que el río que parece estar
a su alcance huye y huye más lejos,
así son los amantes juguete en el amor
de los simulacros de Venus.
No basta la visión del cuerpo deseado
para satisfacerlos, ni siquiera la posesión,
pues nunca logran desprender ni un ápice
de esas graciosas formas sobre las que discurren,
vagabundas y erráticas, sus caricias.
Al fin, cuando, los miembros pegados,
saborean la flor de su placer,
piensan que su pasión será colmada,
y estrechan codiciosamente el cuerpo
de su amante, mezclando aliento y saliva,
con los dientes contra su boca, con los ojos
inundando sus ojos, y se abrazan
una y mil veces hasta hacerse daño.
Pero todo es inútil, vano esfuerzo,
porque no pueden robar nada de ese cuerpo

Lucrecio, De rerum natura,(Traducción Luis Alberto de Cuenca)