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martes, 5 de mayo de 2020

LA POESÍA, SEÑOR HIDALGO (XLIX)

FOTO FIJA: POLINYÀ DEL XÚQUER,1961

En el recinto de la noche,
                                        allí
donde la eternidad sin fondo sobrevuela, escucho
voces; son ecos cuyo resplandor
remueve los rescoldos de la adolescencia.
                                                                  Algunos
viejos, sentados en la plaza, a las 
puertas abiertas del casino,
bajo el relente, me señalan, "¿no és
fill del teu fill major,
que s'en va anar de mùsic a Granada?
Té la mateixa cara de son pare".
                                                   La difusa luz
de la farola tiembla y no ilumina 
casi, aunque puedo ver
la escena en sombras (el sopor de agosto,
el penetrante aroma del naranjo)
y un anciano, seco y enjuto, al fondo,
su rigidez, como de esparto, con
los ojos tristes y asintiendo, mudo;
sus leves gestos de cabeza.
                                           ¿Qué
vienes a hacer aquí, tras tantos años
de reposar entre los muertos,
a las afueras de mi biografía,
junto al jazmín y el azahar
que coronaban mi horizonte?
Ya no soy soñador,
sino usuario de los sueños, tus
sueños, que intuyo, aunque sin la certeza
que hoy le da forma a mi heredad: un rostro
algo cansado donde el sol se pone
quizá sin fuerza ni fulgor, con la 
tenacidad de un alba que jamás termina.
¿Vuestros rasgos en mí? Siempre lo supe.
Me acompañan. En ellos sobrevive
el fruto cierto y su sazón, y os miro:
tengo la misma cara. Es un honor.




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