No
dejo de repetir el primer verso
y
corregir la palabra
-"puse
la mesa para seis"...
Te
olvidaste de uno, el séptimo.
Estáis
tristes los seis.
Ráfagas
de lluvia cubren vuestros rostros.
Cómo
pudiste, en esa mesa,
olvidar
al séptimo, la séptima..
Están
tristes tus huéspedes,
aburrida
la garrafa de cristal.
Desconsolados
ellos, desconsolado tú,
y,
más desconsolada, la que olvidaste invitar.
Sin
alegría, sin brillo
ah,
no coméis ni bebéis.
¿Cómo
pudiste olvidar el número?
¿Cómo
te confundiste en el cálculo?
Cómo
pudiste, cómo osaste no entender
que
seis (dos hermanos, el tercero
-tú
mismo- con tu mujer, y los padres)
-eran
siete- puesto que yo no existo.
Pusiste
la mesa para seis,
pero
no se reduce el mundo a seis.
Para
ser un espantajo entre los vivos,
prefiero
ser fantasma, con los tuyos,
(los
míos...)
tímida
como un ladrón
¡sin
rozar un alma siquiera!
Me
siento en el lugar -la séptima -
delante
del cubierto que no has puesto.
¡Por
fin! ¡Volqué mi vaso!
Y
todo lo que era preciso derramar,
-la
sal toda de mis ojos, toda la sangre de las heridas-
desde
el mantel al parqué.
Y
ningún féretro, ninguna separación.
La
mesa exorcizada, la casa despierta.
Como
la muerte en un banquete de boda,
yo,
la vida, me presenté en esa cena.
Nadie,
ni hermano, ni hijos, ni esposo,
ni
amigo; y un reproche, pese a todo:
tú, que pusiste la mesa para seis almas,
ni
siquiera me pusiste en un rincón
Marina Tsvetáieva (Versión Severo Sarduy)
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